miércoles, 23 de noviembre de 2011

THE END: CINE Y SENTIMIENTOS

Me vienen ahora a la memoria algunos finales de cine, de esos que dejan huella. Momentos breves, habitualmente dentro de grandes películas. Instantes maravillosos que -gracias a la magia conjugada del cine (actores, música, guión…)- lograron hacer llorar o emocionarse e millones de personas. Los momentos que aquí recojo, no son sino una pequeñísima muestra del catálogo infinito de belleza que solo el cine y la sala oscura, llena de corazones que palpitan, puede brindar

LOS CONTRABANDISTAS DE MOONFLEET.

Steward Granger besando en la frente al niño al que ha protegido. El niño duerme y Granger está herido de muerte. Sale de la cabaña en la que el niño duerme plácidamente, confiado en la protección de su héroe. Plano a través de la ventana. Exterior, de día. Granger monta, tambaleante, en un pequeño velero y navega hacia el horizonte (que es la muerte). Música de Miklos Rotzsa. Impresionante. Si uno no llora con esta escena no es digno de llamarse humano.

RAICES PROFUNDAS.

Un final muy similar. Alan Ladd, el duro vaquero que ha protegido a la familia de granjeros, ha matado al malo (Jack palance) pero está herido de muerte. "He de marcharme. No puede uno dejar de ser lo que es; torcer su destino" (minuto 8 del corte). Monta a caballo y se despide del niño. El niño llora, no quiere se marche: "¡Shane, quédate con nosotros!. Shane sabe que no puede quedarse pues la muerte le aguarda y no quiere que el niño lo sepa. Se marcha. El niño corre detrás del caballó, que se perfila empequeñecido ante un hermoso solo crepuscular. "No hay quien te gane a tirar con revolver, Shane ... papa te espera para que le ayudes y mama te aprecia; se que te aprecia ... Shane... ¡Shane, vuelve Shaaaaneee ... Adios Shaaaaaaaaaaaaaneeee...!"


UNA HISTORIA VERDADERA.

Las miradas de los dos viejos hermanos, tras reencontrarse después de más de 40 años sin verse ni hablarse por una pequeña y estúpida pelea familiar. Uno de ellos, al saber que su anciano hermano está enfermo de cáncer, recorre los EE.UU. en un pequeño tractor para reconciliarse. La mirada final del hermano enfermo cuando descubre que su hermano ha recorrido el pais en un pequeño tractor para verle llega a lo más profundo del corazón (y la música de Angelo Badalamenti también). ¿Has venido en eso hasta aqui para verme? Así es, hermano...

LOS PUENTES DE MADISON. La caja con los recuerdos del fotógrafo (Eastwood), abierta tras su muerte. Allí encontrará Francesca los restos del naufragio. Hermosos, impecables como si el tiempo no hubiera podido erosionar el amor de cuatro días. Un poema de Byron, del que solo acierta a leer dos líneas (minuto 5'40 del corte): "Hay un placer en los bosques sin sendero, hay un éxtasis en la orilla solitaria..."

El poema completo de Lord Byron (Las peregrinaciones de Childe Harold) es este:

Hay un placer en los bosques sin senderos,
hay un éxtasis en la costa solitaria,
hay compañía, allí donde nadie se hace presente,
al lado del mar profundo, y música en su rugido:
No amo menos al hombre, sino más a la Naturaleza,
a partir de nuestros encuentros, a los que asisto sigiloso,
a partir de todo lo que puedo ser, o que he visto antes,
para fundirme con el Universo y sentir
lo que nunca puedo expresar aunque me sea imposible ocultar.

Somos libres para elegir nuestro destino y algunas decisiones nos doleran durante toda nuestra vida. Imposible olvidar la voz en off de Francesca: "“haced todo lo que esté en vuestra mano para ser felices en esta vida. Hay tanta belleza ... que Dios os acompañe, hijos míos”

LA VIDA ES BELLA.

El padre va a morir, pero hasta el último minuto trata de que su hijo sea ajeno al horror del nazismo. La vida es bella y, además, un juego.

CRASH.

La escena con la pequeña niña que se lanza a los brazos de su padre (amenazado por un pistolero) al grito de “¡Papa, yo te protejo!” (creyendo que tenía un manto mágico e invisible antibalas)

ESPLENDOR EN LA HIERBA.

El reencuentro de los dos amantes (Warren Beatty y Nathalie Wood), años después de su separación. Ella va a verle a la granja en la que ha averiguado que vive. Se miran. Ella va a hablar, pues es evidente que siguen amandose, pero en ese momento descubre que Warren Beatty está casado y tiene una numerosa prole de niños y gallinas (estamos en la America rural de la Gran Depresión). ¡Que miradas! Y sin embargo, en la escena final una amiga le pregunta a Nathalie Wood ¿Todavía le quieres? ... Ella no responde, pero su mirada preciosa y relajada (¡que ojos los de Nathalie Wood!) nos recuerda en voz en off el poema de Wordsworth que da título a la película: "aunque haya pasado la época del esplendor en la hierba y la gloria en la flor, no lloraremos y encontraremos nuestra fuerza en todo aquello que nos fue arrebatado

ROBIN Y MARIAN.

Sean Connery (Robin) está herido de muerte, tras su combate final con el Sheriff de Nothingham. Audrey Hepburn (Marian) sabe que su hombre va a morir y quiere ahorrarle una larga agonía. Le ofrece una copa de vino, en la que ha vertido un veneno que los matará. Marian realiza una de las más bellas declaraciones de amor de toda la historia del cine: «Te amo. Te amo más que a todo, más que a los niños, más que a los cam­pos que planté con mis manos, más que a la ple­ga­ria de la mañana o que a la paz, más que a nues­tros ali­men­tos. Te amo más que al amor o a la ale­gría o a la vida entera. Te amo más que a Dios».

Robin coloca su añillo de compromiso en una flecha y, postrado en su cama, tensa el arco a duras penas. Sabe que será su último flechazo. Apunta hacia el exterior y dispara. Es en esta escena cuando. Robin entonces se dirige a Little John, que les acompaña: «Donde caiga la fle­cha, John, coló­ca­nos jun­tos y déja­nos allí.» La música de John Barry acompaña una escena bellísima, épica, de una película maravillosa y muy poco conocida. Esta memorable escena final parece tener su ori­gen en un autor poco conocido, y que tam­bién fue uno de los mejo­res ilus­tra­do­res de su época: Howard Pyle, quien en el final de Las aven­tu­ras de Robin Hood narra así su final:

"Luego los dos que­da­ron en silen­cio y el Pequeño John per­ma­ne­ció sen­tado, con la mano de Robin en la suya, mirando a tra­vés de la ven­tana abierta y tra­gán­dose de vez en cuando un nudo que se le for­maba en la gar­ganta. Mien­tras tanto, el sol fue des­cen­diendo len­ta­mente hacia el oeste, hasta que todo el cielo quedó encen­dido en un rojo esplen­dor. Enton­ces Robin Hood, con voz tré­mula y frá­gil, le pidió al Pequeño John que le ayu­dara a incor­po­rarse para poder con­tem­plar una vez más los cam­pos; el valiente pros­crito le levantó los bra­zos y Robin Hood apoyó la cabeza en los hom­bros de su amigo. Miró durante un largo rato, con mirada lenta y con­tem­pla­tiva y derra­mando lágri­mas, que caían sobre su regazo, pues sen­tía que se acer­caba la hora de la des­pe­dida defi­ni­tiva. Enton­ces Robin Hood le pidió que ten­diera por él su arco y esco­giera una buena fle­cha en la aljaba.…

–Pequeño John –dijo–. Que­rido amigo, a quien quiero más que a nadie en el mundo, te ruego que mar­ques el lugar donde caiga esta fle­cha y allí hagas cavar mi tumba. Ente­rradme con el ros­tro hacia el este, Pequeño John, y pro­cu­rad que mi lugar de reposo se man­tenga verde y que mis can­sa­dos hue­sos no sean molestados.

Cuando ter­minó de hablar, se incor­poró de pronto y quedó sen­tado y erguido. Por un momento pare­ció que sus anti­guas fuer­zas vol­vían a él y, tirando de la cuerda hasta la oreja, dis­paró la fle­cha a tra­vés de la ven­tana abierta. Y mien­tras la fle­cha volaba, la mano que sos­te­nía el arco cayó len­ta­mente hasta apo­yarse en las rodi­llas, y todo el cuerpo se des­plomó del mismo modo en los lea­les bra­zos del Pequeño John; algo había salido de aquel cuerpo, en el mismo ins­tante en que la fle­cha salía dis­pa­rada del arco.

Durante varios minu­tos, el Pequeño John per­ma­ne­ció inmó­vil, pero por fin acostó con cui­dado el cuerpo de su amigo, cru­zán­dole las manos sobre le pecho y cubrién­dole el ros­tro, y luego dio media vuelta y salió de la habi­ta­ción sin decir una pala­bra ni hacer sonido alguno"

BIG FISH.

Ese final memorable en el que el hijo descubre durante los últimos minutos de vida de su padre que todas las historias maravillosas e increíbles que su padre le contaba de niño eran … verdaderas. "Lo curioso es que no se ve ninguna triste, porque todos se alegran de verte".

EL HOMBRE ELEFANTE.

Al final John Merrick, viendo que lo trataban como un ser humano, con la dignidad y respeto merecido, hace lo único que le faltaba para ser una persona, y que él no pudo hacer nunca: dormir recostado en una cama. Decide hacerlo aún sabiendo que morirá asfixiado por el gran tamaño de su cabeza…

LA STRADA.

Anthony Quinn vagando por la playa, oteando las estrellas, buscando en el infinito a la perdida Giulietta Massina. Su llanto desesperado final sigue siendo desgarrador.

CAMPEON.

La escena del niño llorando frente a su padre (John Voight, el boxeador que muere luchando por demostrarle a su hijo que es capaz de superarse). Hace muchos años que no he visto la película, pero creo que si volviera a verla esa escena final me dejaría igual de acongojado.

Al indagar algo más sobre esta escena de la película me ha sorprendido la noticia destapada por el profesor de psicología Robert Levenson, de la Universidad de California y su estudiante graduado, James Gross, quienes desde 1988 comenzaron a solicitar recomendaciones de películas con profunda carga emocional, a colegas, críticos de cine, empleados de tiendas de video y los amantes del cine. Esta proeza lo que hacía era comprobar científicamente que escena destapaba mas carga emocional ante los espectadores. Tras años de estudios, confirmaron que la escena con mas carga emocional corresponde a la secuencia final de "Campeón" protagonizada por Jon Voight y Ricky Schroeder. Anteriormente era Bambi la que encabezada dicha tabla, pero al parecer este clip destapa mas rápidamente tristeza.
 
DESCUBRIENDO NUNCA JAMÁS.

Terriblemente emotiva es la escena de Johnny Depp (interpretando a James M. Barry, el autor de Peter Pan) aconsejando al joven Peter tras la muerte de su madre.

La pregunta del pequeño Peter (que yo ya he escuchado a mi propio hijo) es demoledora en su sencillez: "Por que hemos de morir?". Incluyo el vínculo a la hermosa escena en el parque: "Solo hay que creer"
 
¡QUE BELLO ES VIVIR!

La película esta llena de momentos emotivos: Tres secuencias memorables: la primera, cuando se nos hace una presentación "celestial" de George Bailey, desesperado y a punto de intentar suicidarse; la segunda, cuando reconoce al viejo borracho del que todos se rien en el bar, y el tercero cuando llega a casa y se encuentra a todos para ayudarle.

EDUARDO MANOS TIJERAS.

Otra obra maestra del maestro Tim Burton. Su escena final, repleta de serena melancolia es preciosa. "Aun bailo bajo la nieve...".

2 comentarios:

  1. Querido Fernando:

    No he visto todas las pelis de las que hablas aquí. Creo que he visto cinco de ellas. Me parece brillante, sencillamente brillante, la escena final de La vita e bella: una tragedia en clave cómica como pocas veces se ha conseguido. Genial Benigni.

    Un fuerte abrazo y no llores tanto hombre!

    Luis Antequera

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  2. Por cierto, dos buenas sugerencias para llorar. Una de ellas, "El campeón" el niño llorando ante su padre muerto. Y por encima de todas, con la que yo he llorado verdaderamente: la pérdida de Chencho en "La gran familia" y su abuelito Isbert con esa voz rota llorando por las calles de Madrid buscándolo. Se hizo buen cine en España alguna vez.

    Otro abrazo

    Luis Antequera

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