viernes, 3 de agosto de 2012

PEDAGOGIA JURIDICO-DEMOCRATICA


PEDAGOGIA JURIDICO-DEMOCRATICA (CAPÍTULO 1).
Titular del "Publico": La ONU da la razón a Garzón para que investigue los crímenes del franquismo" ¿Donde esta el error?
A Garzón, de momento, se le ha condenado por prevaricación (vulneración del derecho esencial a la defensa, mediante escuchas ilegales). No le han caído 11 de inhabilitación por perseguir los crímenes del franquismo. He aquí el error.
PEDAGOGIA JURIDICO-DEMOCRATICA (CAPÍTULO 2).
Titular del "Publico": "La ONU da la razón a Garzón para que investigue los crímenes del franquismo" ¿Donde esta el error?
Su 2º juicio pendiente (de tres) está en relación con la "causa abierta contra el franquismo". Pero a Garzón en este 2º juicio, no se le va a juzgar por su anhelo de penalizar el franquismo (algo que, por otra parte, ya ha hecho sobradamente bien la historiografía, el cine y la propia justicia) sino por no tener (presuntamente) competencia para ello. A eso - en derecho- se le llama prevaricación y es un delito muy feo cuando lo comete un juez.
Para entenderlo mejor: Sustituyamos "franquismo" por "enfermo de peritonitis". Imaginemos que Garzón, con el nobilísimo afán de salvar la vida del pobre enfermo de peritonitis, se disfraza de cirujano y empieza a operar (sabiendo que no esta autorizado para ello). Alguien podría exigirle responsabilidades (empezando por enfermo y continuando por el Colegio de Médicos) y ello no seria por su noble objetivo (salvar una vida) sino por no estar calificado para operar. Por eso se le va a juzgar, no por pretender sentenciar en un tribunal lo que ya ha hecho la Historia.bradamente bien la historiografía, el cine y la propia justicia) sino por no tener (presuntamente) competencia para ello. A eso - en derecho- se le llama prevaricación y es un delito muy feo cuando lo comete un juez.

Para entenderlo mejor: Sustituyamos "franquismo" por "enfermo de peritonitis". Imaginemos que Garzon, con el nobilísimo afán de salvar la vida del pobre enfermo de peritonitis, se disfraza de cirujano y empieza a operar (sabiendo que no esta autorizado para ello). Alguien podría exigirle responsabilidades (empezando por enfermo y continuando por el Colegio de Médicos) y ello no seria por su noble objetivo (salvar una vida) sino por no estar calificado para operar. Por eso se le va a juzgar, no por pretender sentenciar en un tribunal lo que ya ha hecho la Historia.
PEDAGOGIA JURIDICO-HISTÓRICO-DEMOCRATICA (CAPÍTULO 3) ¿Por qué razón es muy grave realizar grabaciones ilegales?
Las GRABACIONES ILEGALES, en democracia, tienen consecuencias. En Estados Unidos suponen la dimisión de un presidente (Nixon). En España suponen la inhabilitación por 11 años de un juez (Garzón). Veamos los parecidos razonables:
Garzón ha sido condenado a 11 años de inhabilitación por realizar unas GRABACIONES ILEGALES de las conversaciones privadas entre abogado y cliente (a los que Garzón esta procesando). Eso en España es la legislación española un delito (prevaricación), ya que priva al defendido de un derecho esencial: el derecho de defensa.
En 1972 el presidente Nixón (republicano) ordenó que fuesen GRABADAS ILEGALMENTE unas conversaciones privadas de sus opositores (demócratas) mientras estaban reunidos en el edificio de oficinas “Watergate”. La noticia fue descubierta por dos periodistas del Washington Post (Woodward y Bernstein) y fue el desencadenante para que el senado iniciara un proceso de “impeachment” (una especie de moción de censura) contra el presidente Nixon (julio de 1974). Ante la amenaza de ser destituido por el senado, Nixon optó por dimitir en agosto de 1974. Es curioso: Nixon durante el maccarthismo fue juez del Tribunal de Actividades Antinorteamericanas (“Caza de Brujas”), demostrando en su rol inquisitorial un celo acreedor de mejor causa.
Al “New York Times” – muy proclive a la figura icónica de Garzón, sin entrar a analizar sus actos delictivos- habría que recordarle la historia del “Watergate”, tan bien ventilada por su competidor “Washington Post”.
En cuanto a la persecución de crímenes del franquismo. Una misión absolutamente loable y a la que ningún español se opondría.
Sin embargo, yo si me opongo a una JERARQUIA DE VÍCTIMAS "de primera división" (las del franquismo) y víctimas "de tercera regional" (principalmente las víctimas de la República).
Asesinar por razones ideológico-políticas durante un conflicto (ambos bandos) o después de el (mayoritariamente el franquismo, pero también hubo "maquis" y hasta la propia ETA invocó su lucha contra el régimen, ej. Carrero Blanco) es, indudablemente, un "crimen de guerra". ¿Queremos perseguirlos? Hagámoslo bien y empecemos por no jerarquizar entre víctimas “buenas” y “malas”. Recordemos: El bien jurídico protegido es la vida, no la ideología. Repaso rápido a los hechos:
1.      Durante la II República (1931 a 1936) hubo crímenes de ese tipo en toda España y persecución religiosa.
2.      Durante la guerra (1936-1939) proliferaron ese tipo de crímenes en ambos bandos. Ojo: no hablo de muertos en combate, sino de represaliados (hay cómputos bastante bien aceptados por la historiografía; terribles en ambos bandos).
3.      Después de la guerra (franquismo) hubo una terrible represión (especialmente hasta inicios de los cincuenta).
 
En la transición se optó por la amnistía general para TODOS los verdugos, de izquierda y derecha, ETA incluida. Los familiares de TODAS aquellas víctimas merecen nuestro respeto O, al menos, el mío). En mi familia tenemos víctimas a ambos lados (¿y en que familia no?). ¿Por que un juez que pretende defender los derechos humanos se limita solo a perseguir los crímenes del franquismo?
Si queremos normalizar la democracia hay 2 vías:
I.                    La amnistía (el camino seguido) o
II.                 La persecución de todos los verdugos del pasado reciente, sin excepción. En este caso, uno de los pocos que todavía sigue vivo (Carrillo) debería asumir el peso de la ley ¿O es que sus millares de víctimas, por el simple hecho de haber sido tildadas de "fascistas" no merecían vivir?

Y esto te lo escribe un nieto que idolatraba a su viejo abuelo republicano (duramente represaliado), de quien aprendí mucho más de concordia que de resentimiento. Igual que no admito a jueces por encima de la ley, no admito que matar a un "fascista" o un "cura" no sea perseguible y que matar a un "rojo" o a un "sindicalista" si lo sea. Como he escrito antes, el bien supremo es la vida, no la ideología.

MAMA EN LA VIEJA FOTOGRAFÍA


Mama, he vuelto a ver aquella vieja fotografía en blanco y negro. Es un encuadre hermoso, improvisado; sois seis personas, la isla de Terreros al fondo. Y el mar; ese mar que siempre ha sido la nana tranquila de nuestras vidas. Sois seis personas: los abuelitos, los titos, papa y tú. Erais entonces más jóvenes que ahora mismo lo soy yo.

La abuelita, sentada y austera, alejada del grupo, quizás aprisionando en su corazón un millón de besos que nunca liberó totalmente. El papa, tal como era y sigue siendo, flexible, curtido de cemento y sal y meditabundo; acaso calculando la estructura de algún sueño que recubriera de ilusiones ese esqueleto desnudo de chalet que empieza a reconocerse. La tita y Paco son los únicos atentos a la cámara, los únicos. Tú, sin pretenderlo, atraes la mirada del corazón que escruta…

Y es en ese encuadre hermoso de mar y yeso, en el que tú, mama, abrazas y susurras algo a tu padre. No hay pose en ese instante en que yo sé que tu mundo y tu universo entero era el Maestro. Y a pesar del tiempo que erosiona la memoria como la ola desgasta año tras año las rocas arenosas de El Puntal, perdura en esa imagen robada al olvido una sonrisa tan dulce y plena que al verla he sentido tu esencia más pura…

¿Qué susurrabas al Maestro, madre, cuyos ojos ilusionados puedo imaginar detrás de sus gruesas gafas y su media sonrisa? ¿Qué le decías -que nos dices, madre- con ese abrazo que siempre ha sabido ser tan maternal como filial? Y aunque el susurro quedó impreso y mudo en la fotografía yo puedo imaginar mil cosas: ¿papaico, a que es precioso este chalet que está construyendo Fernando?, ponte el sombrero papaico no vayas a quemarte ¿que te gustaría que hiciera hoy de comida, papa? … También imagino en tu abrazo algo así como un querer sustraer al tiempo ese hermoso momento, pues creo que tú amas tanto la vida y a sus criaturas porque sabes serenamente que todo es contingente. Todo menos el amor que ofreces, que perdura para siempre. No olvides esto, mama, aunque no te lo diga muy a menudo. Muchos años después te vi abrazar al maestro por última vez, frotarle sus pies entumecidos y besar su noble frente, luchando a zarpazos contra esa muerte que quería arrebatártelo.

Hace más de cuarenta años eras así y hoy en nada has cambiado, mama. Me lo cuenta esa fotografía delatora de un alma tan grande que por más que yo quisiera expresarlo en palabras siempre empequeñecerían ante la simplicidad de esa imagen en la que abrazas con ternura a tu padre mientras apoyas tu cabeza en sus hombros. Y vuelvo a mirar la foto y compruebo que tu rostro es hoy el de entonces. Ahora sonríes; lo sé. ¿El mismo?, te preguntaras irónica. No, no has cambiado, madre. Tus abrazos siguen siendo igual de cálidos; tu sonrisa igual de verdadera; los cuentos y poemas que hoy escribes a tus nietos me trasladan a aquellos tiempos rebosantes de cisnes, margaritas y gatos mirando la luna que solías dibujarnos sobre un papel; me llevan a tus cartas diarias a África, tan frescas y vitales como un baño en la mar y que volvieron a ser mi cordón umbilical a una vida que me dolía. No has cambiado, madre, pues tu mirada sigue como antaño y es esa misma luz ilusionada la que veo en tus ojos cuando los miro. La misma que trasluce en el tierno abrazo al Maestro de Huitar y que resume la idea grande y perfecta que tienes del amor.

Mama, pasan los años y, a diferencia tuya, no soy muy dado a ternuras. Me sigue costando mostrar mis sentimientos; por más que sepa que tú sabes. Pero he visto la foto y he sentido la necesidad de decirte con palabras imprecisas que te quiero, que tengo los mejores recuerdos de una infancia que nos construisteis preciosa y que ojala podamos dar a nuestro hijo Alejandro tanto amor y tan bueno como tu me has dado. Sé que temes partir antes de ver a tu nuevo nieto (tus poemas a veces parecen mensajes desde el futuro) y aunque eso no va a suceder, quiero que sepas que si ocurriera tu serás para siempre el hada, y la reina, y la maestra, y la poetisa y la anciana serena de mis cuentos a mi niño…

HISTORIAS DE FAMILIA: EL SORTEO DE QUINTOS


Una vieja historia que le contó mi abuela a mi madre y ésta me transmitió a mí. Época: primera década del siglo XX. Lugar: un pequeño pueblo de Almería. Contexto militar de la época: la llamada de Guerra de África, en el Marruecos español (Rift) era una verdadera sangría. Nadie quería que sus hijos fueran a morir a ese secarral africano y quien podía pagar por no hacer mili se libraba (redención). Sin embargo al cumplir los 19 años debían todos los muchachos pasar por el “Sorteo de Reclutas”, que marcaría su destino (África u otro destino más confortable). En este pueblecito había solo 2 muchachos para el sorteo. Uno era “el tontico del pueblo”, un zagalón huérfano de escasos recursos; el otro era hijo del “señor alcalde”. El sorteo debía ser realizado en presencia de las fuerzas vivas del lugar, entre las que estaba el propio alcalde. Como la España de aquellos tiempos era aún más corrupta que la actual (se que es difícil de imaginar), las fuerzas vivas pactaron secreta y tramposamente la siguiente estratagema para que la “suerte” eximiera al hijo del alcalde.

¿En que consistía la trampa? Dado que solo había 2 muchachos para el sorteo, debían prepararse 2 papeletas en las que apareciera escrito: “Para África” o “Exento”. Sin embargo, los muy fulleros acordaron escribir en ambas papeletas “Para África”. Por lo tanto, quien sacara en primer lugar la papeleta sacaría sin duda el temido destino y en buena lógica ya no sería preciso sacar la segunda, pues era evidente que sería “Exento”. Las fuerzas vivas acordaron que era esencial que el primero en elegir la papeleta fuera el tonto del pueblo. El alcalde se ocuparía de que así lo hiciera, usando una oratoria demagógica a la que estaba bien acostumbrado.

Cuando llegó el día del sorteo, toda la población se concentró en la plaza del pueblo. Nadie quería perderse un acto que tenía mucho de funeral, pues el zagal que tuviera que marchar a África probablemente no regresaría vivo al pueblo. Allí estaba el alcalde, solemne y orondo, junto a las otras fuerzas vivas. Empezó su discurso con voz trémula: que si el valor y potencia de la juventud, que si la patria y el sacrificio, etc. Explicó entonces que en la urna de cristal había 2 papeletas: una de ellas significaba partir para África, la otra librarse de la mili. Dado que de los dos muchachos en edad militar uno era su propio hijo, “no quería de ninguna manera hacer uso de su privilegio como alcalde para su cachorro eligiera primero”. En consecuencia, proponía que fuese el primero en elegir “el pobre huérfano, a quien tantos desvelos había dedicado el ayuntamiento”. Las fuerzas vivas asentían circunspectas sus cabezas, como aprobando la justa e imparcial decisión del alcalde. El pueblo callaba.

El tonto del pueblo estaba abrumado. Intentó ceder la prioridad de elección al hijo del alcalde, pero el alcalde volvió a insistir en que “no podía permitir que un hijo del pueblo quedara relegado, en tan sagrado momento”. Tanta fuerza viva, tanta palabrería había obnubilado a nuestro tonto. Se vio acorralado. Se olía algún tipo de trampa, pero no podía saber en que consistía; así que hizo lo que le dictó el instinto de supervivencia: alargó lentamente su manaza, eligió dubitativamente una de las papeletas y, sin dar tiempo a nadie para que se la arrebatara, se la comió. Mientras masticaba la papeleta tuvo fuerzas para decir “¡Yo ya he dado gusto al señor alcalde y he elegido primero; ahora le toca a su hijo eligir y leer la papeleta! Vaya papeleta la del señor alcalde; pues si su hijo abría la papeleta habría de salir “Para África” y si se negaba a ello, quedaría patente ante todo el pueblo su repugnante marrullería.

No era tan tonto el “tonto del pueblo” ¿verdad? Su elección instintiva e improvisada fue, racionalmente, la única que podía salvarle, como así fue.

HISTORIAS DE FAMILIA: NOCHE EN EL CEMENTERIO VIEJO


El mayor de zagales no tendría más de doce años y el grupo caminaba con paso incierto hacia el “cementerio viejo” de Lorca. Atardecía y tenían el miedo ambiguo que atenaza el alma cuando anhelando ser hombres aún conservamos el armazón frágil de un niño. Tenían el miedo impreciso germinado por viejas historias musitadas al calor de la hoguera, y por ello trataban de disimular su temor bromeando y tarareando las canciones de guerra que en 1937 eran la triste banda sonora de todo el país. Eran niños de su época: libres, pobres y naturales; en ocasiones, también brutales y crueles. Niños de su época. Aquel grupo que se recortaba frente al crepúsculo había decidido gastar una broma pesada a uno de sus nuevos amigos. Liturgias de iniciación, siempre salvajes y descarnadas, desde los tiempos de Mitra.

Esa noche, para demostrar su “hombría” el novato debería saltar la alta tapia del cementerio, recorrer su avenida principal cubierta de huesos enmarañados con yerbajos secos y raspantes y buscar un antiguo panteón neogótico. No le resultaría difícil encontrarlo, pues su estilizado perfil, negro y tenebroso, sobresalía orgulloso detrás de los muros de la ciudad muerta. Flanqueaban la entrada del panteón dos ángeles negros: sus alas marmóreas estaban abatidas como espadas rendidas y con ambas manos ocultaban un rostro jamás mostrado en el que se intuían lágrimas amargas e inmortales. Al llegar allí el “novato” tendría que apartar ligeramente la verja oxidada y chirriante, entrar en la pequeña capilla desde cuyo rosetón se filtraba la pálida luna, abrir uno de los sarcófagos mil veces profanados y coger –como prueba de valor- un cráneo cualquiera. Así eran los juegos infantiles en 1937, cuando en realidad el verdadero horror se producida fuera de los cementerios.

Ese era parte del plan. La broma, sin embargo, consistía en que poco antes de que llegara el “novato”, uno de los zagales, el más valiente, se escondería en uno de los ataúdes, esperaría a su “víctima” y cuando la sintiera entrar en el panteón (la verja chirriante), saltaría desde su siniestro cobijo con un cráneo en una mano y chillando como un poseso. El susto sería terrible y los demás muchachos, ocultos a pocos metros, lo pasarían estupendamente viendo la cara de terror del novato, aun más fantasmal bajo el sudario blanco de la luna. Un plan espléndido.

El grupo llegó al panteón media hora antes que el novato. Se sentían algo más relajados, ahora que habían saltado los muros del cementerio y la retirada era en ese punto impensable. Eran las once y media de la noche. Había que tomar posiciones y adaptar el decorado. Unas velas por aquí, un fémur elegantemente colocado sobre el altar de mármol partido, una quijada con tres dientes sobre aquel ataúd. El zagal más valiente, sin embargo, empezaba a sentir un miedo creciente y ya estaba arrepentido de haberse prestado voluntario para la desagradable misión de esconderse dentro del ataúd, combado por la humedad de la muerte. Pero había dado su palabra y no quedaba sino seguir con el plan; así que se introdujo algo melindroso en el sarcófago. Apartó con una mano fragmentos de esqueleto y jirones de ropa, despojos al cabo bien conocidos tras años de visitas furtivas al cementerio. Una vez dentro, deslizó lentamente la pesada tapa del ataúd dejando solo  una pequeña abertura desde la que,  cuando llegará el momento, asomaría el cráneo ululante de la noble calavera. Tenía por delante un cuarto de hora eterno hasta que el novato entrara en la cripta. En su tétrico escondite, la luna iluminaba solamente un pequeño rectángulo a la altura de su antebrazo derecho. Todo lo demás era negro, húmedo e incierto.

Lo que sucedió a continuación nunca se supo ciencia cierta. El caso es que cuando faltaba muy poco para que las campanas anunciaran la medianoche, el valiente bromista notó que desde el otro extremo del ataúd unas uñas frías y casi imperceptibles recorrían, lentamente, su tobillo. Trató de racionalizar lo irracional. No podía mostrar miedo, pues eso le marcaría para siempre con el infame estigma de la cobardía. Debía haber una explicación, así que trago saliva y miro hacia el extremo negrísimo del ataúd.

Eran muy amarillos. Unos ojos brillantes y amarillos que le miraban desde el infierno. No necesitó más. Aulló como una fiera y saltó bruscamente del ataúd, asiendo todavía con una mano el cráneo desquijado. Notó fragmentos de madera penetrar en su hombro izquierdo, pero eso no le impidió seguir corriendo desde las tinieblas a la oscuridad. La brusquedad de su salto y su grito terrorífico, produjo una reacción en cadena: todos los zagales ocultos saltaron espantados de sus escondrijos, corriendo en estampida hacia la salida del cementerio. En su desordenada huida arrollaron al novato quien durante muchos años creyó que todas las ánimas del Purgatorio se habían confabulado para castigar la impiedad de haberse saltado una misa. Una vez agrupados, extramuros, comprobaron que no había bajas y que estaban todos. Magullados, temblorosos, pálidos de luna y miedo, pero vivos. Nunca más volvieron a hablar de aquella noche en la que el más valiente del grupo se atrevió a mirar directamente a los ojos de un demonio agazapado.

Mientras tanto, en lo más oscuro de un ataúd del panteón neogótico, una gata protectora lamia maternalmente las cabezas de sus ronroneantes crías…

Esta historia me la contaba mi padre siendo yo niño y tal cual la recuerdo la he escrito. El era uno de aquellos niños.

UN PAR DE PEQUEÑOS PEUCOS


Anoche (marzo 2012) le explicaba a mi hijo algunas cosas de la Pasión. No dejaba de preguntarme y quizás por eso tuve un sueño que reproduzco a modo de cuento:

“Hacia muy poco que habían descendido de la cruz a Jesús y la oscuridad cubría el Gólgota. Limpiaba José de Arimatea las heridas de su amado crucificado y entre los jirones de ropa ensangrentados que aun le cubrían descubrió un pequeño saquito entretejido de esparto. No supo José si debía cogerlo o dejarlo para siempre en el sepulcro. Finalmente pudo más la veneración y optó por llevárselo.

Por la noche, en la calma de un hogar más triste y silencioso que nunca, José de Arimatea abrió el saquito de esparto: allí solo había un par de pequeños calcetines y él comprendió enseguida su significado. Esa noche durmió profundamente.

Al alba, fue a visitar a su sobrina María, la madre del crucificado. Estaba pálida y el sufrimiento de los últimos días había hecho mella en su infantil belleza. José de Arimatea no dijo nada, pues sabia que nada podría decir para aliviar el desgarro de una madre que había visto morir a su hijo. Así que solo tendió sus manos hacia las de María y depositó tiernamente en ellas los peucos que mucho tiempo atrás tejiera para su bebe, nacido en Belén.

José de Arimatea, quizás erróneamente, tuvo la intuición de que había muerto el Hijo de Dios pero también un hombre que en sus últimas horas encontró el consuelo en aquellos desgastados peucos rebosantes de calor maternal”

(Posdata: Los niños son los maravillosos mecenas que nos obligan a recrear la historia y a descubrir la magia que fuimos olvidando a lo largo del camino)

ADIOS A UN HUMANISTA: JOAN BASSEGODA (1930-2012)


El 30 de julio de 2012 será ya para siempre un día triste para la cultura pues tal día ha fallecido Joan Bassegoda (1930-2012). Quienes amen la obra de Gaudi, conocen sin duda los excelentes estudios de Bassegoda, ultimo descendiente de una estirpe de arquitectos catalanes y un erudito sin par.

Tuve el placer y el honor de tratar con Joan Bassegoda hace muchos años, cuando yo era solo un joven que empezaba a dar sus primeros pasos profesionales y mi curriculum consistía en 3 líneas. Solicite su ayuda con un cierto temor reverencial, pues Bassegoda ya era una figura renombrada y para mi sorpresa me la brindó sin dudarlo y sin pedir ni esperar nada a cambio ¿Que podía yo en aquella época haberle ofrecido?

Durante el tiempo que trate con él descubrí no solo al gran experto en Gaudi de todos conocido (era el director de la cátedra Gaudi), sino a un humanista de otros siglos. Su conversación era amena, rica y accesible, pasando suavemente del arte a la literatura y de ésta al cine o a la filosofía. Y podía hacerlo en varios idiomas, incluido el alemán. Su barba cana ponía el marco clásico en un rostro que desprendía calma y saber. Puede que recuerde mal, pero creo que no le gustaban aquellos arquitectos ególatras que al rehabilitar una obra maestra trataban de dejar su "sello" personal, violando la personalidad de su verdadero artífice. Era un hombre modesto, conocedor de aquella máxima griega: “somos contingentes”.

Hay hombres que buscan la grandeza y sin embargo no son más que patéticos fuegos fatuos (hoy abundan muchos de esos); pero también hay otros que sin buscarla no pueden evitar rezumar sabiduría y bondad. Es a ellos a los que debemos admirar por ser los que mas se acercan a ese ideal inalcanzable que es la perfección. Joan Bassegoda era uno de ellos y desde hoy, 30 de julio de 2012, ya siempre lo será.

LOS PODERES DEL ESTADO Y LOS PADRES: ¿DEPOSITARIOS O PROPIETARIOS DE LA VIDA DE SUBDITOS E HIJOS?


Hace poco participe en un interesante debate en el que se entremezclaron aborto y genocidio lo que, ya de entrada, supuso una cierta equiparación cualitativa de ambos.

Una de las defensoras del aborto libre, se apoyó en la manida “libre elección de la madre”, en su "derecho". En cuanto a esa libre decisión de la madre para acabar con la vida del nasciturus, hay algo que como varón y padre me inquieta y molesta. Puestos a tomar decisiones tan trascendentes (hablamos de vida o muerte): ¿No tiene el padre del nasciturus derecho a decidir acerca de la vida de su hijo? ¿Es solo un derecho de la madre por el hecho biológico de gestarlo? Para esa gestación ha sido necesario –no se olvide- el concurso de un varón y como tal debería ser parte del proceso decisorio (si aceptamos –algo muy cuestionable- que la vida del nasciturus debe de ser decidida por sus padres). Además, parece e olvidarse que la madre es solo DEPOSITARIA del nasciturus, no PROPIETARIA (o co-propietaria con el padre). El depositario tiene la obligación de conservar lo depositado, en este caso una vida (cuestión distinta sería que ese parto o gestación pudiera afectar a la suya propia)

He aquí un dilema que me parece esencial y que pocas veces veo cuando se debate acerca de aborto si o no: ¿Qué sucedería si mi mujer o pareja, embarazada de mí y en trámite de divorcio, quisiera abortar NUESTRO hijo y yo, por el contrario, deseara que viviera para ocuparme de él como padre? ¿Prevalece el derecho de la madre que quiere acabar con el feto o debe prevalecer el derecho del padre que quiere que su hijo viva? De la respuesta que demos va a depender si consideramos al nasciturus como una propiedad exclusiva de la madre o como un ser dotado de más derechos que una cosa. Y es precisamente en el aspecto de “cosificación” de los seres vivos a los que se desea eliminar en los que veo más paralelismos entre el criminal nazi Eichmann y ciertas argumentaciones del aborto. Los nazis al asesinar judíos no mataban personas. Estaban “erradicando untermenschen” (infrahumanos). No eran humanos a quienes mataban a millares y, por lo tanto, podían hacerlo con la conciencia bien tranquila. Cosificar al ser humano (y eso se consigue con la perversa manipulación del lenguaje) supone siempre el primer paso de cualquier abuso contra su vida o dignidad.