He leído con suma paciencia el artículo que circula por internet atribuido a Iñaki la Gabilondo (ver texto adjunto). El escrito es un panegírico de lugares comunes, plagado de pequeñas anécdotas, medias verdades y grandes errores sobre los sindicatos.
Creo que es un error pretender atribuir a los sindicatos todas las ventajas y derechos laborales que tan teatralmente enumera ("la joven acosada sexualmente por el jefe que apesta a alcohol..."): Conviene recordar que la mayoría de esos logros no son obra exclusiva de los sindicatos sino de los poderes del Estado (básicamente legislativo y judicial) y de diversos agentes sociales entre los cuales los sindicatos son uno más, pero no el único. Podría incluso añadirse que algunos de esos logros se deben al dictador Franco y hasta a la notable influencia de alguna que otra vieja encíclica (Rerum Novarum del papa León XIII), pero eso sería meter el dedo demasiado en la llaga y mirar en exceso al pasado, cuando de lo que se trata de es de progresar; esto es, de mirar al futuro. Quedémonos con la idea, bastante esencial en todo dialogo social, de que hay otros actores sociales, que no se inquiete Gabilondo. Si solo hubiera sindicatos, no sería posible el dialogo sino más bien el monólogo; algo en lo que, por cierto, creo que están bien versados. ¿Un ejemplo? los Tribunales de Magistratura de Trabajo no son sindicatos y cualquiera que conozca su funcionamiento sabe perfectamente que, en general, propenden a reconocer el derecho de la parte más débil; esto es: el trabajador.
La sociedad no critica a los sindicatos "in totum" sino a los dos grandes sindicatos españoles subordinados sumisamente a dos partidos políticos (UGT al PSOE y CCOO a IU) cuya sangrante inacción durante los últimos 8 años, su patente parasitismo con el poder (al que se suponía debían contrarrestar) y su corrupción les han deslegitimado socialmente. Si ello le duele a Gabilondo, también me duele mi; pero no exime a los sindicatos de su grave irresponsabilidad. Y deben asumir la consecuencia de la deslegitimación social: la pérdida del apoyo social.
Sin embargo y por fortuna, existen otros sindicatos, mucho más pequeños y también menos sometidos políticamente, cuya defensa de los trabajadores nadie cuestiona. Que se relaje Gabilondo: UGT y CCOO no son todo el universo sindical. De facto, tampoco sus cuotas de afiliación sobrepasan el 15% de la población activa Española y van a menos (una de las más bajas de la UE). Con ese menguante porcentaje, nadie con un mínimo de dignidad y vergüenza se arrogaría el título de "representante de la clase trabajadora". La clase trabajadora es mucho más variada y activa y ya no vive en las minas infectas, ni en las fábricas textiles del siglo XIX. La clase trabajadora necesita representantes que hayan despertado de la pesadilla decimonónica en la que todavía viven los discursos incendiarios de UGT y CCOO; necesita sindicatos que defiendan a los trabajadores y a quienes desean trabajar (que a este paso serán más numerosos en poco tiempo) y necesita más sindicatos que demuestren honestidad y coherencia estética (consejos asesores en cajas, vacaciones de lujo, …) y ética, sin la tradicional doble moral que permite a algunos sindicatos aceptar en los suyos lo que critica a otros.
En democracia no puede haber instituciones intocables. Tenemos derecho a criticar, cuestionar y hasta pedir la disolución o regeneración de organizaciones inoperantes, corruptas y con sus fines pervertidos. Sean partidos políticos, sindicatos, ong, iglesias, medios de comunicación o patronales. Faltaría más! Y ello es así incluso aunque Gabilondo se sienta molesto porque las críticas ciudadanas también llegan a uno de los iconos de una izquierda que antaño fue progresista y hoy, lamentablemente, es pura reacción conservadora.
¿Son necesarios los sindicatos? ¡Por supuesto que si! Pero UGT y CCOO, en general, llevan años manchando la reputación sindical.
Ni que decir tiene que todo lo que he escrito es perfectamente aplicable a la patronal CEOE y todo lo que no representa del mundo empresarial real.
Fernando Navarro García
28 de diciembre de 2012
Artículo atribuido a Iñaki Gabilondo:
MUERTE A LOS SINDICATOS
Nueva moda. Rajar de los sindicalistas. Algo fácil y barato, por cierto. Lo llevan en la
solapa ciertos políticos, lanzando mensajes subliminales sobre su actual falta de
utilidad para los trabajadores, politización, corrupción, derroche económico. Resulta
curioso: Los mismos que alientan al escarnio público, suelen lanzar piedras
cargadas por sus propias mezquindades.
Además, la destrucción del sindicalismo hace mucho más fácil la labor de los
gobernantes, sin movilizaciones ni huelgas, especialmente la de quienes dirigen tras
la cortina. Qué bien estaríamos si no existieran los sindicatos, piensan algunos.
El problema es que esa frase por la que suspiran los gobernantes "Qué bien
estaríamos sin sindicatos" empieza a calar entre la gente de a pie, con un discurso
cargado de improperios, gritos, oportunismo, mala leche y, sobre todo, un enorme
vacío de argumentos que se resume en: "Para lo que hacen, mejor que no hagan
nada", "Por mí los echaba a todos y los ponía a trabajar", "Están vendidos, no se
mueven, no están con los trabajadores". Luego terminan reservándote para el final
el placer de oír la raída historia de: "Conozco a uno que está de liberado sindical.".
gobernantes, sin movilizaciones ni huelgas, especialmente la de quienes dirigen tras
la cortina. Qué bien estaríamos si no existieran los sindicatos, piensan algunos.
El problema es que esa frase por la que suspiran los gobernantes "Qué bien
estaríamos sin sindicatos" empieza a calar entre la gente de a pie, con un discurso
cargado de improperios, gritos, oportunismo, mala leche y, sobre todo, un enorme
vacío de argumentos que se resume en: "Para lo que hacen, mejor que no hagan
nada", "Por mí los echaba a todos y los ponía a trabajar", "Están vendidos, no se
mueven, no están con los trabajadores". Luego terminan reservándote para el final
el placer de oír la raída historia de: "Conozco a uno que está de liberado sindical.".
Confesar ser liberado sindical, en estos tiempos que corren, es un auténtico pecado
capital. Mejor inventar cualquier otra cosa antes de que te descubran. Te pueden
acechar en cualquier esquina, a cualquier hora: sacando dinero, haciendo la
compra, recogiendo a tus hijos en el colegio. Cualquier lugar y excusa es buena,
para utilizar como insulto la palabra "sindicalista".
capital. Mejor inventar cualquier otra cosa antes de que te descubran. Te pueden
acechar en cualquier esquina, a cualquier hora: sacando dinero, haciendo la
compra, recogiendo a tus hijos en el colegio. Cualquier lugar y excusa es buena,
para utilizar como insulto la palabra "sindicalista".
Se puede ser banquero chupasangre, se puede ser político en cualquiera de sus
muchos cargos (concejal, alcalde, o delegado provincial.) y trincar todo lo que se
quiera, aceptar sobornos y trajes, realizar chantajes, revender terrenos públicos,
recortarle el sueldo a los trabajadores o directamente despedirlos sin indemnización.
muchos cargos (concejal, alcalde, o delegado provincial.) y trincar todo lo que se
quiera, aceptar sobornos y trajes, realizar chantajes, revender terrenos públicos,
recortarle el sueldo a los trabajadores o directamente despedirlos sin indemnización.
Se puede, incluso, aumentar el recibo de la luz a los pensionistas hasta asfixiarlos, o
salir en fotos besando niños y ancianos mientras los colegios y asilos se caen a
trozos, cobrar dos o tres sueldos en tres cargos diferentes, declarar a hacienda que
se está arruinado mientras se cobra de mil chanchullos distintos, para que su hijo
obtenga la beca que le permita comprarse una moto a costa del Estado.
En este maldito país se puede ser lo que se quiera, pero no sindicalista.
Nadie se acuerda ya de la última huelga, aquella en que nadie de la empresa fue,
excepto los dos afiliados que perdieron el sueldo de aquel día, para que luego se
firmara un acuerdo que les subió el sueldo a todos. Incluso a aquellos que
escupieron sobre la huelga.O de Luís, ese hombre que estuvo 30 años cotizando, y que gracias a la prejubilación que se consiguió en su momento, puede ahora, con 60 años y despedido de su puesto, tirar para adelante sin necesidad de buscar un trabajo que nadie le
ofrecería.
salir en fotos besando niños y ancianos mientras los colegios y asilos se caen a
trozos, cobrar dos o tres sueldos en tres cargos diferentes, declarar a hacienda que
se está arruinado mientras se cobra de mil chanchullos distintos, para que su hijo
obtenga la beca que le permita comprarse una moto a costa del Estado.
En este maldito país se puede ser lo que se quiera, pero no sindicalista.
Nadie se acuerda ya de la última huelga, aquella en que nadie de la empresa fue,
excepto los dos afiliados que perdieron el sueldo de aquel día, para que luego se
firmara un acuerdo que les subió el sueldo a todos. Incluso a aquellos que
escupieron sobre la huelga.O de Luís, ese hombre que estuvo 30 años cotizando, y que gracias a la prejubilación que se consiguió en su momento, puede ahora, con 60 años y despedido de su puesto, tirar para adelante sin necesidad de buscar un trabajo que nadie le
ofrecería.
Recuerden también a Marta, la chica de 23 años que estuvo aguantando un jefe
miserable con aliento a coñac, que le obligaba a hacer más horas extras para tener
un momento de intimidad donde poder acosarla mientras le recordaba cuándo le
vencía el contrato. Hasta que su mejor amiga la llevó al sindicato y, gracias a una
liberada sindical, ahora el tipo ha tenido que indemnizarla hasta por respirar.
Son muchos los que les deben algo a los sindicatos, y a los sindicalistas: El maestro
que pudo denunciar al padre que le pegó en la puerta del colegio, los trabajadores
que consiguieron que no les echaran de la RENAULT, la chica que pudo exigir el
cumplimiento de su baja por maternidad en su supermercado. Porque también fue
una liberada sindical la que se puso al teléfono el día en que despidieron a Julia, la
chica de la tienda de fotos, y le ayudó a ser indemnizada como estipulan los
convenios; y aquel otro joven que movió cielo y tierra para arreglarle los papeles al
abuelo para procurarle una paga medio-decente, porque los usureros de hace 30
años no lo aseguraban en ningún trabajo. Para qué recordar las horas al teléfono
escuchando con paciencia a cientos de opositores a los que no aprobaron, gritando
e insultado porque en el examen no les contaron 2 décimas en la pregunta 4. O el
otro compañero sindicalista, el que denunció a la constructora que se negaba a
indemnizar a la viuda de su amigo Manuel, que trabajaba sin casco.
Ya nadie se acuerda de dónde salieron sus vacaciones, los aumentos de sueldo que
se fueron consensuando, el derecho a una indemnización por despido, a una baja
por enfermedad, o a un permiso por asuntos propios.
miserable con aliento a coñac, que le obligaba a hacer más horas extras para tener
un momento de intimidad donde poder acosarla mientras le recordaba cuándo le
vencía el contrato. Hasta que su mejor amiga la llevó al sindicato y, gracias a una
liberada sindical, ahora el tipo ha tenido que indemnizarla hasta por respirar.
Son muchos los que les deben algo a los sindicatos, y a los sindicalistas: El maestro
que pudo denunciar al padre que le pegó en la puerta del colegio, los trabajadores
que consiguieron que no les echaran de la RENAULT, la chica que pudo exigir el
cumplimiento de su baja por maternidad en su supermercado. Porque también fue
una liberada sindical la que se puso al teléfono el día en que despidieron a Julia, la
chica de la tienda de fotos, y le ayudó a ser indemnizada como estipulan los
convenios; y aquel otro joven que movió cielo y tierra para arreglarle los papeles al
abuelo para procurarle una paga medio-decente, porque los usureros de hace 30
años no lo aseguraban en ningún trabajo. Para qué recordar las horas al teléfono
escuchando con paciencia a cientos de opositores a los que no aprobaron, gritando
e insultado porque en el examen no les contaron 2 décimas en la pregunta 4. O el
otro compañero sindicalista, el que denunció a la constructora que se negaba a
indemnizar a la viuda de su amigo Manuel, que trabajaba sin casco.
Ya nadie se acuerda de dónde salieron sus vacaciones, los aumentos de sueldo que
se fueron consensuando, el derecho a una indemnización por despido, a una baja
por enfermedad, o a un permiso por asuntos propios.
Esta sociedad del consumo, prefiere tirar un saco de manzanas porque una o dos
están picadas, por muy sanas que estén el resto. Los precedentes televisivos:
entrenadores de fútbol, famosos de la exclusiva en revistas, y demás subproductos,
se convierten en clinex de usar y tirar dependiendo de las modas. Ahora, en un
momento en que los trabajadores deben estar más juntos, arropados y combatientes
contra quienes realmente les explotan, aparecen grietas prefabricadas en los
despachos de los altos ejecutivos, ávidos de hincar más el diente en el rendimiento
de la clase trabajadora.
están picadas, por muy sanas que estén el resto. Los precedentes televisivos:
entrenadores de fútbol, famosos de la exclusiva en revistas, y demás subproductos,
se convierten en clinex de usar y tirar dependiendo de las modas. Ahora, en un
momento en que los trabajadores deben estar más juntos, arropados y combatientes
contra quienes realmente les explotan, aparecen grietas prefabricadas en los
despachos de los altos ejecutivos, ávidos de hincar más el diente en el rendimiento
de la clase trabajadora.
¿Quién tirará la primera piedra?. ¿Serán los políticos gobernantes, o los banqueros
quienes hablarán de dejadez o vagancia?. ¿Tendrán capacidad moral los jueces o
los periodistas, de hablar de corrupción en las demás profesiones?. ¿Serán más
idóneos para iniciar lapidaciones, los super-empresarios del ladrillo?. ¿En qué
profesión se puede jurar que no existen vagos, corruptos, peseteros, o ladrones?.
¿Preguntamos mejor entre la Iglesia o la Monarquía.?
quienes hablarán de dejadez o vagancia?. ¿Tendrán capacidad moral los jueces o
los periodistas, de hablar de corrupción en las demás profesiones?. ¿Serán más
idóneos para iniciar lapidaciones, los super-empresarios del ladrillo?. ¿En qué
profesión se puede jurar que no existen vagos, corruptos, peseteros, o ladrones?.
¿Preguntamos mejor entre la Iglesia o la Monarquía.?
Pero qué fácil resulta rajar en este país. Siembra la duda, y obtendrás fanatismo
barato. Qué bien asfaltado les estamos dejando el camino a quienes realmente nos
explotan cada día. ¡Acabemos con los sindicatos!. Sí. Dejemos que la patronal y los
bancos regulen los horarios, las pensiones, los sueldos, las condiciones laborales y
los costes del despido. Verán cómo nos va a ir con la reforma del mercado laboral,
cuando los sindicatos dejen de existir y no puedan convocarse huelgas ni
manifestaciones.
barato. Qué bien asfaltado les estamos dejando el camino a quienes realmente nos
explotan cada día. ¡Acabemos con los sindicatos!. Sí. Dejemos que la patronal y los
bancos regulen los horarios, las pensiones, los sueldos, las condiciones laborales y
los costes del despido. Verán cómo nos va a ir con la reforma del mercado laboral,
cuando los sindicatos dejen de existir y no puedan convocarse huelgas ni
manifestaciones.
Verán qué contentos se pondrán algunos cuando sepan que ya no
estarán obligados a pagar las flores de los centenares de
trabajadores que mueren todos los años, a costa de sus
mezquindades.
Iñaki Gabilondo