domingo, 28 de octubre de 2012

MI PADRE EN UNA TARDE DE INVIERNO, HACE 40 AÑOS.



Cuando yo tenía 7 años mi padre era mi ídolo. Recuerdo una tarde de invierno de hace mas de 40 años como si fuera hoy…

Jugaba con mis primos en Madrid. Era Navidad y hacia frío. Entonces aun nevaba. Los mayores en el salón, los niños en el cuarto de juegos. Quise contarle algo a mi padre, le cogí de la mano y lo lleve al cuarto de juegos. Se acuclillo y empezamos a hablar. Al poco vino un "mayor" y le dijo: "Fernando, vente con nosotros que vamos a hacer no se que". Y recuerdo a mi padre decirle con toda naturalidad: "No, ahora no, que estoy hablando con Fernando" ¡Que orgulloso me sentí y cuanta admiración redoblada por un padre que anteponía nuestra charla al promisorio mundo de los mayores!.

Siempre supo entender a los niños, siempre nos escucho con interés. No simulaba escucharnos, sino que realmente tenia interés en nuestro mundo, por eso era el padre y el tío favorito. Los niños notan esos matices. Hoy su Alzheimer le ha borrado casi todo, pero yo si lo recuerdo y escribo para que aquel sentimiento siempre permanezca.

Reflexión a raíz del nuevo panfleto de Lucia Etxebarria sobre Amancio Ortega e Inditex



Esta claro que si eres muy rico no te queda mas alternativa que ser un sucio cabrón explotador, únicamente digno de suicidarse lleno de remordimientos para ir directo al infierno laico que la Sra. Etxebarria desea a todos aquellos millonarios que no son de izquierdas como ella (una izquierda en donde, por cierto, hay muchísimos ricos sobrevenidos, sin la trayectoria, ni los años de esfuerzo invertidos por Amancio Ortega). Las críticas vulgares de Lucia Etxebarria son un ejemplo perfecto de lo peor de nuestro ser: envidia y resentimiento ante quien destaca, calumnia gratuita y destructora del envidiado.

Si, Amancio Ortega es un tipo riquísimo pero ha donado 20 millones de euros a la ONG religiosa Caritas cuya labor social es incuestionable; un gesto que ni por asomo he visto en los adalides de “los parias de la tierra”. No lo he visto en Bardem, ni en  Ana y Victor, ni en Almodovar; tampoco lo imagino en la propia Etxebarria si sus libros plagiados dieran para una fortuna como la de Ortega (que no dan). A ellos les basta con la exhibición circense, puntual y calculada frente al “chapapote” o la “Guerra Injusta” (que nunca es la del Che, la Castro o de las FARC)

¿Que hay que hacer con un rico cuando ejercita la clásica filantropía? ¿Lo quemamos en una pira junto con “La Riqueza de las Naciones” y las obras completas de Hayeck y Popper? ¿Se sentiría mas relajada Lucia Etxebarria si Amancio Ortega actuara como el “cerdo capitalista” (la comparación es cosa de Orwell antes de que recapacitara) que ella espera encontrar siempre detrás una gran fortuna (de derechas)?

A Caritas cuya labor social es incuestionable - independientemente de su credo y adscripción religiosa - el gobierno andaluz acaba de recortarle varios millones de subvenciones, cuando era precisamente en esa comunidad (gobernada por la izquierda desde los tiempos de Tartessos) en donde la pobreza, la miseria y el hambre son mayores. Pero la izquierda reaccionaria siempre es capaz de sacrificar a los “parias de la tierra” con tal de no permitir a la iglesia católica que desarrolle su mandato humano (que no “celestial”, pues los fondos a Caritas son empleados en alimentar a familias desahuciadas, y no van a financiar misas, ni novenas, ni rosarios, ni procesiones, ni retablos, ni pasos…). Amancio Ortega – uno de los hombres más ricos del mundo- ha compensado ese atropello ideológico a la moral y yo -agnóstico declarado- me alegro de un hombre poderoso pueda hacer esas cosas. Etxebarria, siempre comprensiva con cualquier política que pretenda asfixiar a esa caterva de curas bastardos y sanguijuelas meapilas, está molesta y desbarra furibunda. Lógico.

Un hombre muy rico puede actuar filantropicamente y además tratar de que tal gesto le deduzca. Chorradas las justas: nadie logra una fortuna como la suya sin jugar bien sus cartas. Las ONG son las primeras que desean que el gobierno aumente el porcentaje de deducción fiscal para las donaciones realizadas por empresas y particulares (en España ese porcentaje es de los más bajos del mundo: a Ortega le convendría más donar en sociedades norteamericanas, francesas o alemanas ¿no saben eso sus asesores fiscales?).

En cuanto a la calumnia vertida tan irresponsablemente por Etxebarria acerca de las condiciones laborales en sus fábricas (la descripción realizada es propia de los tiempos de Dickens) me permito solo 2 objeciones:

(1) En España esos hechos, tal cual los barrunta Etxebarria, son ilegales. Si Inditex actúa así Magistratura de Trabajo le cae con todo el peso que aún mantiene.

(2) Es probable que las críticas se refieran a condiciones laborales en otros países en los que las Convenciones de la OIT no han sido firmadas o positivizadas (Etxebarria se guarda bien de aclararlo: calumnia que algo queda). En éste caso, la cosa me resulta también cuestionable, dado que Inditex es una de las empresas españolas que ha obtenido la prestigiosa certificación SA 8000 sobre "respeto a derechos sociolaborales internacionales". Un certificado así no se regala y aunque siempre es posible la existencia de malas prácticas aisladas (muchas veces no propias sino de sus proveedores locales ¡ojo!) es difícil pensar en una política de empresa "viciada".

Estoy harto de la demagogia cutre, gratuita e intoxicada. Nuestra sociedad está mal, muy mal. No necesitamos que se nos inocule más veneno. Nos sobra con el día a día para estar saciados de mierda. Cuando una gran empresa (o un ricachón) hace algo positivo solo espero que sepamos reconocerlo o, en el peor de los casos, callarnos.

Artículo de Lucia Etxebarria:

PEQUEÑAS INFÁMIAS PÚBLICAS



Cada día descubres, en tu microcosmos más inmediato, pequeñas infamias que te hacen reflexionar acerca de un determinado “modo de ser” (eso es, precisamente, la definición de ética); de un modo de ser viciado.

He aquí la pequeña infamia pública: Ayer tuve que desplazarme a la Terminal T-4 del aeropuerto de Barajas. Nada más sencillo y lógico que seguir las indicaciones en la vía pública ¿verdad? En un momento determinado la carretera se divide en dos: el cartel que indica giro a la izquierda marca las terminales T-1, T-2 y T-3; la señal que indica giro a la derecha marca la terminal T-4. Como yo voy a la T-4 señalizo y giro a la derecha. A los pocos minutos, siento que estoy dando un gran rodeo por un páramo inhóspito hasta que súbitamente - y sin posibilidad de dar marcha atrás - me veo enfilado a una autopista de peaje. Cuando el cartel anuncia el peaje, ya no hay alternativa. Hay que seguir avanzando. Yo no quiero ir a la T-4 por una autopista de peaje, pero la señalización vial me ha forzado a hacerlo. Como pienso que he podido cometer un error (no viendo alguna otra indicación), pregunto al empleado de la cabina de peaje cómo es posible que habiendo seguido la señalización “A la T-4” haya terminado en éste peaje.

Su respuesta estereotipada me recordó a las máquinas de las gasolineras: “Todos los conductores se quejan de lo mismo. Reclame usted. Muchas gracias por su visita” (éste último comodín es el que puso a prueba mi amor por la “no violencia”). Ya está. Todo solucionado. ¡Reclame usted el pago indebido de 1,5 €! Invierta usted en tal reclamación varios meses de gestiones, tiempo, paciencia, ventanillas, colas y por supuesto dinero. Y al cabo de 2 años, con suerte, gane usted la reclamación ante la concesionaria de la autopista de peaje, recupere su 1,5 € con el 1% de intereses atrasados (si conserva el ticket original o no se ha biodegradado) y siéntase al final del largo y tortuoso camino un ciudadano ejemplar.

Me consta que a la T-4 del aeropuerto se puede ir sin pagar peaje, lo que pasa es que hay que ir por el camino en dónde solo se indica “A la T-1, T-2 y T-3”. ¿Por qué se omite añadir también la T-4 en dicha señalización pública, obligando con ello al conductor a tomar la vía de peaje? ¿Es poco rentable ese tramo para la concesionaria privada y hay que subvencionarlo indirectamente a costa una ciudadanía a la que se fuerza a desviarse por tal peaje? ¿No son suficientes nuestros hipertrofiados impuestos para saciar la voracidad infinita de la máquina?

En el siguiente artículo de El Mundo (2006) –y que desgraciadamente yo no leí en su día-  se explica con mayor claridad en que consiste el “timo del peaje”: http://www.elmundo.es/elmundo/2006/06/15/ciudadanom/1150358249.html

Lo grave, sin embargo, no la existencia en nuestra sociedad de timadores. Lo grave es que el timo del peaje” sea realizado con la complicidad (por omisión del deber de información veraz) de nuestras autoridades públicas, pues aunque la concesionaria de la autopista sea privada la señalización está ubicada en la vía pública.

No importa que en éste caso la pequeña infamia sea económicamente insignificante; lo que me preocupa es que tales abusos se estén convirtiendo en la tónica general, esto es, en el estilo y el carácter de nuestras instituciones. Si se extrapolan tales maneras a la gestión del Estado uno no puede menos que aterrorizarse, al sentir como crece nuestra indefensión ante una maquinaria institucional viciada. Forzar a miles de conductores a lo largo del año a que paguen un peaje que podrían evitarse es solo un pequeño ejemplo, una pequeña infamia (y sin embargo, con impacto económico que muy bien podría cuantificarse en millones de euros). Pero esto es solo un ejemplo que palidecería si lo comparamos con el desfalco de las cajas, los ERES andaluces, la quiebra de varias comunidades autónomas, la estafa de los bancos a los pequeños ahorradores, la hipocresía, complicidad e inutilidad de los sindicatos, la apatía de la patronal, la menguante legitimidad social de los partidos políticos (el principal alimento de los totalitarios de todo tipo disfrazados de voz popular) y la degradación de los tres poderes del Estado, silenciosos cuando debieran hablar y locuaces cuando tendrían que permanecer callados.

martes, 9 de octubre de 2012

EL "CHE" GUEVARA Y LA FASCINACIÓN POR LA MUERTE

Tal día como hoy, 9 de octubre de 1967, moría asesinado en La Higuera, Bolivia, Ernesto “Che” Guevara. Su figura ha sido tan ensalzada, cantada, idealizada y mitificada que cualquier atisbo de crítica está abocado al fracaso entre sus numerosísimos prosélitos. Sin embargo, un análisis objetivo de su vida como revolucionario, permite constatar dos hechos primordiales: 

1. Fue un asesino con los rasgos propios de un psicópata convencido de su mesianismo (“Morir sí, pero acribillado por/las balas, /destrozado por las bayonetas,/si, no, no, ahogado no...”). Su cosmovisión comunista - de corte estalinista - le llevó al asesinato sistemático y calculado de prisioneros y disidentes como por ejemplo cuando estuvo al mando de La Cabaña supervisando los «juicios revolucionarios» y la ejecución de los condenados, entre los que se encontraba su propio primo. 

Una actuación implacable de ese tipo no es extraña en un “bolche”, en una persona que antepone la vida revolucionaria a a cualquier otro valor, como nos recuerda Mauricio Rojas en su ensayo “Lenin y el Totalitarismo” (Sepha, 2011), en el que evoca su admiración de juventud por el “Che”. Se veía el “Che” a si mismo como el “Hombre Nuevo Socialista”, siempre cargado de razones, utopias y sueños lo suficiente grandiosos como para justificar todos los asesinatos que fueren necesarios. La Idea, la Gran Idea, por encima de la persona, puramente contingente, frágil e insignificante ante la brillante meta. La vida humana, la simple y mera vida, no podía obstaculizar el Paraíso en la tierra que toda ideología totalitaria busca implantar a sangre y fuego. Y el “Che” fue uno de sus más notables vendedores.

2. Fue un fracasado tanto en su faceta militar (sus intervenciones para “internacionalizar” la revolución en África, y muy especialmente en el Congo, y en otros estados iberoamericanos incluido su propio país de origen fueron generalmente desastrosas y pésimamente desarrolladas), cuanto en su vida política (presidente del Banco Central, organizador de la Junta Central de Planificación) siendo uno de los responsables de exportar a Cuba el sistema planificador soviético con el desastre económico que ello ha supuesto durante décadas al país. No debio extrañarle, pues la historia de la URSS - su mentora y maestra- es la historia de un fracaso, en palabras de Martin Amis.
Sin embargo, Ernesto Guevara, a pesar de sus escasos éxitos en el mundo real, a pesar de sus crímenes execrables, supo instrumentalizar brillantemente a los pujantes medios de comunicación de masas de los años sesenta (el retrato que realizó el fotógrafo Alberto Korda en 1960 es uno de los más reproducidos en la historia) para presentar sus derrotas, inconsecuencias y fracasos como victorias morales ante un enemigo de proporciones monstruosas: el Imperialismo, el Capitalismo o las corruptas democracias occidentales. Supo también escenificar grandes gestos y golpes de efecto (su carta de despedida a Castro para exportar la Revolución -“¡Hasta la victoria, siempre!”- es un magnifico ejemplo de “marketing ideológico”), manejando con soltura la escena – valga la polisemia del término- internacional (discurso ante Naciones Unidas en 1964, visitas de numerosos líderes comunistas de la época, etc).

Y todo ello; esa imagen mesiánica auto-construida, ese manejo de los medios, esa llamativa escenificación teatral llevó aparejada la seducción de la intelectualidad progresista occidental, ya que la intelectualidad en el bloque comunista -¿es preciso aclararlo?- o bien no existía o bien purgaba su disidencia en el Gulag. Y hay que reconocerle su mérito al “Che” por haber sabido granjearse la simpatía de la intelectualidad más influyente e influenciable de aquellos turbulentos sesenta (Sartre en primer lugar; lo que tampoco debe extrañarnos habida cuenta de su simpatía declarada por Stalin y su silencio indigno antes sus millones de víctimas). Es preciso reconocere ese mérito a Ernesto Guevara y al mismo tiempo subrayar la irresponsabilidad moral de algunos de los intelectuales fetiche de la izquierda occidental. Nunca Occidente odió tanto a Occidente y reírle las gracias al “Che” fue la mejor fórmula que encontró el hijo rebelde para abofetear al padre detestado. La sociedad abierta y sus enemigos.

En su calculada escenificación del Mesías revolucionario estoy seguro que Ernesto Guevara supo intuir –y me atrevería a decir que casi a desear- que un 9 de octubre de 1967 sería asesinado por otros sicarios, empleando además sus mismos métodos y convencidos igualmente de estar haciendo "algo grande". Justo veinte años antes, en 1947, había escrito uno de sus venerados poemas, una impecable hoja de ruta para el perfecto mártir revolucionario:


El destino se puede

alcanzar con la fuerza de voluntad.

Morir sí, pero acribillado por
las balas, destrozado por las bayonetas,
si, no, no, ahogado no...
un recuerdo más perdurable que mi nombre
es luchar, morir luchando

Y, sin embargo, a pesar de sus panegíricos, canciones, poemas, diarios y películas, a pesar de su impecable cosmética, de su coquetería con las cámaras, a pesar de su leyenda minuciosamente construida por quienes solo saben destruir derechos y libertades, creo que Ernesto Guevara fue solamente un exitoso criminal y un hombre fracasado.