"Es inaceptable comparar el Holocausto con el secesionismo catalán".
Así de tajante se muestra en octubre de 2013 un representante del estado de Israel contra quienes de forma genérica asocian
nazismo a cualquier delito o incluso "mala práctica" (y yo creo que el
secesionismo se está encauzando muy mal y por tanto es una mala
práctica).
Creo que Israel está en lo cierto por dos razones:
1.
El Holocausto no tiene parangón; esto es, no es comparable con ningún
otro horror. No hubo ni hay en la historia un crimen tan terrible, tan
calculado, tan sangriento, tan enorme y ejecutado en tan corto espacio
(desde enero de 1942 a abril de 1945). Cualquier comparación resta
trascendencia al Holocausto y lo trivializa.
2. El respeto
a las víctimas de la Shoah obliga a ser muy cuidadosos con el uso que
demos a las palabras. Abusar de ellas para referirse a cualquier mal (en
minúsculas) puede vaciar de significado el concepto de Mal (con
mayúsculas).
Ser violador, torturador o asesino está muy
mal, pero ser genocida es algo cuanti-cualitativamente peor. El
Holocausto aglutina y supera aquellos vicios y los focaliza contra
millones de personas por el simple hecho de haber sido demonizadas. Ser
genocida es el Mal en estado puro, por muy banales que quisiera ver
Hannah Arendt a sus perpetradores. Es muy habitual ver aplicadoel
término “genocidio” a muchos crímenes que son otra cosa. Otra cosa mala,
pero otra cosa.
Sin embargo, aunque el Holocausto es
producto del nazismo hay que tener cuidado de no emplear ambas ideas
como si fueran intercambiables. Es cierto que no puede haber Holocausto
sin nazismo, pero el nazismo no es solo Holocausto. El nazismo -siendo
el Holocausto su peor monstruosidad (ocioso es repetirlo) - es muchas
más cosas y todas ellas abominables en diversos grados. Mientras que el
Holocausto afectó principalmente al pueblo judío y a los escasos
valientes que intentaron ayudarles, el nazismo afecto al hombre libre,
fuera gentil o judío.
El nazismo -como cualquier
totalitarismo- intentó acabar con las libertades y la vida de cualquiera
que se saliera del asfixiante corsé de su cosmovision de odio y
paraísos imaginarios. El nazismo aplastó con igual eficacia al
comunista, al intelectual desafecto, al general insumiso, al gitano, al
médico humanitario, al homosexual, al católico practicante, al objetor
de conciencia, al Testigo de Jehovah y hasta al SS asqueado de su
trabajo.
Y para aplastar con esa eficacia tan mortal e
inusitada, el totalitarismo nazi (también el soviético, como bien
demostró Nolte) emplearon unas herramientas de contundencia probada.
Veamos que incluye la "caja de herramientas" del totalitarismo:
1. Agitación y propaganda (en la URSS “agitprop”),
mediante la calculada manipulación de las masas. Tomar la calle como
prueba fehaciente de que cualquier idea del Partido es la encarnación y
la voluntad abrumadora del "Pueblo", sin pararse a pensar que siempre
existirán excedentes de "Pueblo" suficientes para llenar cualquier
calle. Las mismas calles de Berlín que en 1940 se llenaban de miles de
enfervorizados nazis, en 1950 se llenaban de millares de enfervorizados
camaradas comunistas.
2. Una tupida red de comisarios,
agentes secretos, organizaciones juveniles, sindicatos, paramilitares y
de "sociedades amigas de..." encargadas de monitorizar cada centímetro
de la vida pública y privada. Nada era más edificante que un hijo
delatando a sus padres y verlo en los documentales afirmar orgulloso
como había denunciado a su familia por ser anti alemanes (en el III
Reich) o anticomunistas (en la URSS).
3. Terrorismo
paraestatal (antes de la toma del poder) y de Estado (una vez usurpado
el poder) como fórmula rápida y sencilla de eliminar toda oposición y
disidencia y de neutralizar todo atisbo de reacción. El miedo neutraliza
y acalla la voz del ciudadano normal.
4. Leyes
excluyentes cínicamente camufladas como "protectoras" frente al agresor
exterior o interior. El "victimismo" como justificación de deudas
históricas, la compensación por afrentas ancestrales nunca prescritas y
el agravio como negocio.
5. Perversión del lenguaje, un
factor esencial de todo totalitarismo, como demostró magistralmente el
filólogo judío Klemperer. Asesinar pasa a ser "ejecutar" o "erradicar
los fundamentos biológicos", un judío se deshumaniza y pasa a ser un
"infrahumano", la eutanasia es "muerte por compasión"...
6.
Demagogia en su sentido más estricto de "halagar los oídos del pueblo" y
vertebración de un discurso simple y primario (asimilable por el
ortegiano "hombre-masa") basado en la raza, la sangre, el suelo
(nazismo), el credo (islamismo), la clase (comunismo) y el rentable
"victimismo".
7. Invención de un pasado dorado, con héroes
nacionales y un enemigo terrible y poderoso causante siempre del
infortunio presente. La invención -incluso forzando al máximo los hechos
históricos - es esencial para aglutinar al pueblo y predisponerlo a ser
comparsa del agitprop. Nada une más que un enemigo exterior.
Si no existe el totalitarismo no tardará en inventarlo. Desgraciado el
país, la raza o el credo que haya sido identificado como "enemigo" pues
todo lo que haga u omita tendrá siempre un perverso objetivo. ¿Me
perdonas la deuda? ¡Quieres humillarme!; ¿No me la perdonas? ¡Tratas de
asfixiarme!
8. Control de todo el aparato estatal
especialmente de las escuelas (la mente de los niños es maleable y son
las futuras bases del agitprop), las organizaciones sociales y
religiosas (llegaron a crear una "Iglesia del III Reich"), las
publicaciones (alineamiento editorial de la numerosísima prensa, bajo la
inspiración del Ministro de Propaganda o, recurriendo a Orwell, del
"Ministro de la Verdad") y de los medios de comunicación de masas (radio
y cine)
9. Dar la vuelta a la tortilla, presentando el
crimen y la ilegalidad más brutal como actos inevitables de "legítima
defensa". Pegar un tiro en la nuca a un aristócrata polaco no era un
crimen; sino una "ejecución" de un terrorista con la que se habría
salvado la vida de miles de inocentes y puros alemanes.
10.
Apariencia de legalidad. Cuando la guerrilla y el terrorismo callejero
no funcionan y no permiten la toma violenta del poder (como si lograron
los Soviets en Rusia) el totalitarismo simula respetar las reglas del
juego democrático para destruirlo desde dentro y con sus propias armas.
Hay
más herramientas en esta caja, por supuesto, pero estas son las
indispensables. Quien porte esa "caja de herramientas" no es trigo
limpio. ¿Alguien se imagina una causa legítima, democrática o humanística recurriendo a estas terribles tretas?
Resulta difícil visualizar a Martin Luther King, a la madre Teresa o a
Erasmo de Rotterdam sirviéndose de ellas. Ni siquiera Maquiavelo se
habría atrevido a llegar tan lejos y en todo caso Maquiavelo habría
tenido la justificación histórica de escribir a inicios del siglo XVI en
una Italia destrozada por guerras internas y externas.
Si
analizamos estas 10 "herramientas" nazis, es fácil encontrar numerosas
concomitancias entre todas las ideologías totalitarias, fundamentalistas
y excluyentes (y yo creo que los nacionalismos son excluyentes) y es
desde ese prisma - y solo desde ese- desde el que resulta legítimo
recordar que tales instrumentos TAMBIEN fueron aviesamente empleados por
los nazis.
Con ello no quiere afirmarse -relajémonos
quienes no queremos olvidar el Holocausto- que el nacionalismo vasco (no
creo que el secesionismo catalán sea todavía parecido) sea exactamente
igual que el nazismo. No; lo que se dice es que recurre a las mismas
herramientas que el nazismo y solamente por eso ya debiéramos estar
alerta.
Calificar de tácticas nazis las que ha empleado el terrorismo de ETA y hoy en día su franquicia Bildu
(herramienta 10: estrategia de legalidad) no supone identificarlos con
el nazismo ni por supuesto menospreciar a sus víctimas sino asociar sus
métodos sin hacerlo con sus fines, que son obviamente distintos aunque
también execrables.
El nazismo asesino sistemáticamente
por una idea disparatada de pureza racial y de "Reich Milenario" y para
ello recurrió a las diez herramientas que antes expuse. ETA asesino -y
seguirá haciéndolo- por una idea de independencia y de retorno a una
edad dorada que solo existió en la imaginación de sus sicarios y
trovadores. Y para alcanzar ese paraíso borroso de humo y sangre, el
nacionalismo forjado en el terrorismo no ha dudado en emplear la mayoría
de instrumentos tan queridos para el totalitarismo.
No son nazis, por supuesto, pero trabajan con la misma "caja de herramientas".